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El blog del olivar

Enmiendas calizas para suelos ácidos

Los suelos que tienen una acidez elevada son menos permeables y disminuye su aireación. También aumenta la solubilidad de elementos como el aluminio, el hierro o el manganeso, pudiendo llegar a alcanzar niveles que son tóxicos para algunos vegetales.

En una explotación agrícola, los ingenieros agrónomos saben que el suelo que se encuentra en un rango de pH entre el 6.5 y 7, presenta la máxima eficiencia en la fijación de elementos como el nitrógeno y elementos básicos y fundamentales para la riqueza del suelo como el fósforo, el calcio, el magnesio y el molibdeno, aumentan su disponibilidad.

El grado de afectación de la acidez del suelo no es la misma para todos los cultivos. De hecho, algunas especies alcanzan su mayor productividad a pH ácidos (como los arándanos y en menor medida la patata). Este pico de productividad, en relación con el rango de pH, se conoce como pH óptimo. Igualmente existe el rango de pH crítico, que representa el valor por debajo del cual los rendimientos disminuyen notablemente. Las especies más sensibles al suelo ácido son las leguminosas y la alfalfa.

En caso de acidificación del suelo, se pueden aplicar tratamientos que corrijan el pH. Se realiza aportando calcio al propio suelo. Esto se conoce como enmienda caliza o encalado.

Es un tratamiento que debe aplicarse progresivamente, ya que no debemos obviar que al aportar calcio se destruye la materia orgánica. Si se hace de una forma precipitada y en cantidades no apropiadas, se pueden provocar consecuencias tremendamente nefastas para nuestro suelo.

Mientras más fino sea el gránulo del producto aplicado y mayor cantidad de óxido de calcio o magnesio contengan, más efectivas resultarán las enmiendas cálcicas y magnésicas.

Para la aplicación del producto, se pueden utilizar diversas modalidades o formas: las alternativas más utilizadas son la cal viva o apagada, la dolomita (que por añadidura tiene la ventaja de aportar magnesio además del calcio) y la caliza comercial. En cualquier caso, el producto aplicado tendrá que ajustarse a las directrices de la legislación vigente en este asunto.

Para elegir la dosis adecuada a emplear, debemos tener en cuenta la textura del suelo y su nivel de acidez. En concreto, se dice que el suelo arcilloso necesita tres veces más dosis que el suelo arenoso.